Por: Natalia Alarcòn
A 40 km de nuestra natal Barranquilla, existe un lugar en donde el sol parece ser más intenso que en la misma capital del atlántico. Allí, donde se cobija la calidad humana escondida en un rincón del mundo, cerca de un mar salado, tan inmenso como el cielo, cada ves mas cerca del astro sol, el cual penetra tu piel y te hace cerrar los ojos al mirar el firmamento. Un pueblo pequeño en tamaño pero grande en historia y cultura, con un clima caluroso, calor que también se refleja en la calidad de su gente.Bienvenidos a Juan de Acosta.
Quedamos de encontrarnos en el vivero san francisco a las 8 de la mañana, estábamos todos, listos para partir a este día de aventuras y travesías, nuestra jornada no pudo comenzar de mejor manera. Con la gente acusándonos de ladrones y la seguridad del centro comercial requisando nuestros bolsos, gracias a Wawy, quien llevo un bolso nuevo y no le quito el, en el momento en que pasamos por el censor, se activo la alarma que avisa que hay un ladrón dentro del centro comercial, los vigilantes empezaron a llamarse por radio y las miradas de los curiosos buscaban a wawy, el ladrón!, cuando descubrieron que éramos inocentes, continuamos nuestro camino tratando de olvidar este penoso hecho.
Cruzamos la calle a esperar el bus que nos llevaría a Juan de Acosta, no teníamos ni la más remota idea de cuál era el bus, pero nos teníamos los unos a los otros, si nos perdíamos o moríamos ese día íbamos a estar todos juntos. Un bus amarillo con un letrero grande que decía JUAN DE ACOSTA se aproximaba, ¡Ese es! Gritábamos, próximos a montarnos, notamos que al bus no le cavia una hormiga, titubeamos un poco y al final decidimos no embarcarnos y esperar uno más vacio. Para sorpresa nuestra, los buses cada vez pasaban más llenos, así que cogimos el próximo que llego. Efectivamente íbamos como sardinas en lata, de pie los unos arrecostados a los otros. Notamos que la globalización también ha tocado a los buses, ya no se escuchaba la típica canción de Diomedes, ahora es mucho más moderno, se escuchaba la nueva ola, con una canción de silvestre y a nuestro alrededor todos los pasajeros la cantaban y bailaban, empezamos a detallar el bus y notamos que el conductor es aficionado a las caricaturas o definitivamente no ha superado su infancia. El bus estaba repleto de calcomanías de los caballeros del zodiaco, Dragon ball Z y batman, no podíamos pasar por alto la imagen de una virgen, era la calcomanía que más espacio ocupaba en el bus, ¿Qué virgen es esa? Nos preguntamos, ¡esa es la virgen de los conductores! respondió Alberti, todos la miramos extrañados, por un momento creímos que era verdad, pero luego recordamos su pasado lleno de comentarios exagerados. No le creímos obviamente, a pesar de la seriedad y la convicción con la que lo dijo. ¡Esa es la virgen de los sicarios!, dijo un pasajero que no pudo ocultar sus ganas de unirse a la conversación, todos lo miramos y soltamos una risa, devolvimos la mirada a la virgen la cual sigue siendo un misterio para nosotros.
El bus cada vez se llenaba mas, había de todo, personas de todas las razas, males olientes, con perfume, niños, adultos y viejos.
De repente el bus se detuvo y el chofer se bajo dejando a los pasajeros atrapados en una ola de fogaje y calor, las gotas de sudor que derramábamos eran inmensas y el glamour empezó a pasar a un segundo plano, las mujeres se recogían el cabello, los hombres se subían las camisas, se podía observar el constante abaniqueo de las manos, intentando producir un poco de aire fresco, la policía había detenido el bus por exceso de cupo y con justa razón , luego el chofer logro hacer un acuerdo con el policía y volvió a su asiento, el chofer se sentó y presiono un pedal, el bus hizo un ruido extraño y luego se apago ¡Nos varamos! Gritamos todos, en el bus se escucho una avalancha de palabras ajenas a los buenos modales, la gente cegada por el calor, comenzó a desesperarse en vista que el bus no podía arrancar, ¡que nos devuelvan la plata! Gritaron.
El conductor se bajo y abrió el capo, pasaban los minutos y la desesperación aumentaba, la mitad de los pasajeros nos bajamos del bus, y algunos de ellos empezaron a empujarlo, estábamos en la mitad de la carretera con nada más que monte a nuestros lados, empujando un bus, hombres y mujeres no importaba el sexo ni la edad, todos colaborábamos. Gracias a alguna fuerza milagrosa, el motor del bus rugió, estaba listo para arrancar, aquellos que estaban empujando el bus estallaron en euforia, celebraron y empezaron la carrera para montarse al bus, parecía que le iban a dar un premio al primero que llegara, se empujaban y se codeaban para entrar. Cuando todos estaban dentro, alguien atrás grito ¡métele la chancleta! El conductor obedeció, de ahí en adelante el viaje no tuvo ningún contratiempo. Las canciones de silvestre ya no sonaban, pero los pasajeros pedían música, aunque corríamos el riesgo de que el bus se varara otra vez. Pasaron los minutos y entre risas, chismes y fotos llegamos a Juan de acosta.
Nos bajamos en la plaza, el sol nos recibió y nos abrazo arropándonos en sudor y calor, las personas sabían que éramos turistas, pues nos miraban constantemente, empezamos a caminar por el pueblo observando sus casas, su gente y sus plazas. En el camino nos encontramos con un grupo de hombres mayores en una esquina, estaban todos con las camisas desabotonadas y una cerveza en la mano, les preguntamos sobre Juan de acosta y nos contaron un poco de su pueblo, se notaba lo orgullosos que estaban de ser costeros. El señor David Echeverría nos hablo del cementerio municipal, según él, el cementerio más bonito de Colombia, nos comento que ahí había una pintura del maestro obregón. Eso había que confirmarlo con nuestros propios ojos, sin pensarlo emprendimos nuestro camino hacia el cementerio, mientras lo hacíamos notamos la presencia de unos hombres extraños, que nos miraban y cuchicheaban entre ellos, Sebastián aseguro ver que uno de ellos tenía un puñal en pantalón.
Tratando de ignorar este percance, llegamos al cementerio, entramos y lo que encontramos fue la majestuosidad hecha tumba, sin duda alguna uno de los cementerios más hermosos que hemos visto en nuestras vidas, la perfección de las construcciones y el ambiente del cementerio te hacían sentir orgulloso de ser costeño, llegamos a la pintura de obregón, avaluada en miles de millones de pesos, todos querían una foto con ella, era la imagen de un ángel inmenso, queríamos detallarla y analizarla pero la paranoia de diego, stefania, malory, Sebastián y foncho no nos dejaba continuar, insistían que debíamos marcharnos rápido, ya que habían visto que una moto había recogido a uno de los hombres, mientras nos miraban y le decía algo a algún amigo de él. Decidimos irnos, espantados por la posibilidad de ser atracados, mientras caminábamos de vuelta a la plaza, escuchábamos los sonidos de las motos, el cual aumentaba nuestra desesperación, y hacia que camináramos más rápido. En el camino pensando, si nos atracan se llevan la cámara, la grabadora, los celulares, el BlackBerry de Alberti, el dinero, en fin nos aterramos y por eso nos apresuramos, cuando llegamos a la plaza, nos montamos en el primer bus que había, con la esperanza de que ese bus estuviera mas vacio, no lo detuviera un reten de la policía y no se varara
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